Javier Casares es mi nombre y es una forma fácil de reconocerme. Sí, es verdad que hay más Javieres Casares por el mundo, pero en estos episodios, solo hay uno. Además, yo tengo mi DNI que me identifica con varias cosas. Por ejemplo, tiene un logo de la Unión Europea, lleva las letras ES, de España, un número que es único para todos los que tienen DNI de España, y una letra que tiene una función de control anti-errores.
Pues, Internet funciona de una forma parecida, en este caso con nombres de dominio y direcciones IP.
Como ya comenté en un episodio anterior, la IP es el identificador que tenemos en una máquina para poderla identificar de forma pública, e incluso privada, pero acordarse de una IP puede ser algo tedioso. Además, una máquina puede cambiar de lugar, de país, de proveedor, aunque lo que haya dentro siga en el mismo sitio, o incluso se mude.
Direcciones IP hay de dos tipos: públicas y privadas. Las IP públicas son aquellas que son accesibles desde Internet, conectadas a tu operador de telefonía y que permiten que cualquier otra máquina sea capaz de acceder a ella.
Pero también tenemos las IP privadas. Estas IP son iguales que las públicas, pero están reservadas para usarse, por ejemplo, en casa. Tu ordenador, tu móvil, la tele o la impresora tienes unas direcciones que, estando en tu casa, se pueden ver entre ellos, aunque no tengas Internet.
A nivel de uso, todo es igual, son direcciones IP. La diferencia está en eso, en si están conectadas o no a Internet. El rúter que tienes en casa para conectarte a Internet es el que tiene una IP pública, y el resto de los dispositivos de casa, una IP privada.
Todo cacharro que tengas conectado a Internet ha de tener una IP, porque es la forma en la que otros dispositivos conectados a Internet sean capaces de hablar con el tuyo.
Reconocer una IP es bastante sencillo. Normalmente tiene un formato al estilo de 192.168.1.1. Son cuatro bloques separados por puntos que van del 0 al 255, es decir, del 0.0.0.0 al 255.255.255.255.
Estas IP son de la versión 4, que es el sistema que todavía usamos en la mayoría del planeta, pero tiene un pequeño problema, solo hay algo más de 4.200 millones de ellas, y no todas son IP utilizables en Internet, porque algunas están simplemente reservadas, o son privadas, o por lo que sea, no se pueden usar. Y se puede decir que se ha acabado.
Por esto se ha creado el IP versión 6, que a nivel de funcionamiento es igual que las de la versión 4, aunque su estructura es algo distinta. Para empezar, no son 4 bloques, sino 8, no están separados por un punto, sino por los dos puntos, y los valores no van de 0 a 255, sino que son hexadecimales en grupos de 4, lo que nos da un valor de algo más de 340 sextillones de direcciones IP. Vamos, que no nos las vamos a acabar, aunque le pusiéramos una IP a cada cosa que conocemos.
Un pequeño problemilla es que las IP no pueden ser tuyas, en general, ya que pertenecen al operador o empresa de hosting, que es quien las asigna a sus máquinas o teléfonos móviles, por ejemplo. Además, no quedaría muy bien tener que decirle a tu amigo: visita mi web en 10.127.250.15. Es feo. Pero si os digo que visitéis javiercasares.com, es más molón, y seguro que es más fácil de recordar. Esto es un nombre de dominio, y es uno de los requisitos para que Internet sea fácil y escalable.
Un nombre de dominio está formado por dos partes. La última es la extensión. Las más conocidas son el .COM, .ES, .NET, .ONLINE… Hoy en día hay decenas de extensiones que podemos categorizar, principalmente, en 3 bloques: las extensiones globales o generales, las extensiones locales o de país, y las nuevas extensiones.
Las extensiones globales son las primeras que surgieron, como el .COM, el .NET el .GOV (para el gobierno de Estados Unidos), el .MIL (para el de los militares estadounidenses), el .CAT (para promover la cultura y lengua catalana) o el .GAL para promover la cultura y lengua gallega).
Las de país se han creado para cada uno de los países del mundo, o zonas reservadas. Un ejemplo puede ser el .ES de España, el .FR de Francia, o el .AR de Argentina. Algunos reservados pueden ser el .IC, por ejemplo reservado para las Islas Canarias, o el .SJ para Svalbard, sí, donde el búnquer de las cosas del fin del mundo. Existen otros considerados territoriales como el .EU, para la Unión Europea.
Y, para acabar, los “nuevos dominios”. Estos han sido propuestas que se hicieron con el paso del tiempo y tenemos un poco de todo. Desde dominios que están relacionados con lugares, como el .BARCELONA, los dominios .GOOGLE o los dominios .PIZZA. Algunos están disponibles para su registro, otros son de uso particular.
En cualquier caso, si te vas a dedicar a Internet, una forma de hacerlo es tener tu propio dominio, sea con tu nombre o sea un concepto o lo que consideres, algo que te represente. El precio de un dominio puede ir desde algo menos de 3 euros al año de un .COM.ES hasta los 2.300 euros anuales de los .AUTO o .CAR; sí, es un dominio para marcas de coches… hay para todos.
Pero, una cosa obligatoria que necesitas cuando registras un dominio son las DNS. Esta herramienta convierte un nombre de dominio en una dirección IP. De esa forma, cuando alguien use tu dominio, internamente estará haciendo una llamada a la IP, que es realmente lo que las máquinas entienden.
Esta terna de elementos, dominio, DNS e IP es la base para que el sistema del TCP/IP funcione correctamente. Sí, lo sé, no hace falta un dominio para funcionar, pero estamos hablando de un sistema fácil para los humanos, no para las máquinas.
Así que, cuando entráis en www.javiercasares.com, en realidad el navegador se hace varias preguntas para ver a dónde tiene que ir. Lo primero es preguntarse si sabe a qué IP ha de ir. Como es la primera vez que lo visita, no lo sabe, así que se va a las DNS a preguntar. Las DNS le responden que la IP es la 10.127.250.15. Así que el dispositivo llama a esa IP y le dice: ¡oye, que quiero que me des la web de Javier! Y ese servidor que tiene la web se la devuelve a la IP de vuestro dispositivo, y este, al navegador.
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